viernes, 10 de diciembre de 2010

PACHO GALAN - Caracoleando

Comida tradicional navideña. Natilla, buñuelos. hojuelas. Medellin.


CARACOLEANDO - Paseaito
JUAN OE LA CRUZ - Porro
ELY - Gaitacumbe
LINDO SAN MARCOS - Porro
CARAMELEO – Gaita Senta
BOMBO Y MARACAS - Palenque
ROSA BLANCA - Danza Criolla
LIBRADA - Porro
ME VOY CON LA GAITA - Gaita
LA PRINGAMOSA – Tumbequé
LOS DIABLITOS – Fandango
A SINCELEJO - Porro





CARACOLEANDO


BOMBO Y MARACAS


LIBRADA



Francisco Galán
Conocido como pacho Galán Soledad, Atlántico, Colombia, 4 de octubre de 1904 - Barranquilla, Colombia, 21 de julio de 1988) fue un músico y compositor colombiano, creador del ritmo merecumbé.

Además del merecumbé creó más de 10 ritmos bailables de los cuales trascendieron en menor grado, el chiquichá (Camino culebrero, Al mar, etc); el bambugay, mezcla de bambuco y gaita del cual hizo un solo número con ese mismo título; Mecemece (El mecenlece, El vaivén, Linda Noche); el tuki tuki (El tuki tuki candeloso, Alegrías del Carnaval). Hizo también otros ritmos de menor importancia denominadas Caminaito y Ritmo Pa. Compuso en todas las modalidades, desde boleros hasta pasillo, pasando por valses y torbellinos y creó también una buena cantidad de porros tan famosos como, El brazalete (La butifarra de Pacho), El collar rosado, Marquitos Vanegas, Mario Jimeno y Barranquilla.

En 1952 a los 46 años de edad fue cuando se inició realmente el éxito nacional e internacional de Pacho. Había grabado por primera vez en Medellín con Discos Sonolux y con la colaboración musical de Luis Uribe Bueno, Ay cosita linda, el merecumbé que le daría la vuelta al mundo. Además de conocer la gloria con esta composición se convirtió en el único músico costeño y colombiano en el presente siglo en crear nuevos ritmos bailables que trascendieron en el mundo de la música popular hispanoamericana.

"El Rey del Merecumbé" como se le conocía en esa época, había iniciado su vida musical desde muy niño haciendo su primera composición a los 14 años, un vals llamado Teresa. Posteriormente en junio de 1929, el tema Masato, una rumba, fue grabado por la Orquesta Panamericana con el sello Columbia de los Estados Unidos. En ese mismo año se casa con Carmen Gravini, teniendo tres hijos, Francisco, Carmen y Armando Galán.

Posteriormente ingresaría a la Banda Departamental, tocaría en algunas agrupaciones hasta hacer parte definitiva de la Orquesta Sosa, poniendo su talento creativo y de orquestador al servicio de Luis Felipe Sosa.

Cuando muere Sosa y se crea la Atlántico Jazz Band en 1940, pasa a ser el arreglista de la mayoría de los porros, guarachas, cumbias y fandangos que interpretara o grabara la Atlántico Jazz Band.

Falleció el 21 de julio de 1988 en Barranquilla, ciudad donde había transcurrido gran parte de su carrera artística. Residía en ese momento cerca a una de las 14 esquinas de Siete Bocas en el Barrio Recreo. Antes de morir salió a recorrer las calles de Barranquilla. Algunas veces lo encontraban sentado a la orilla de las carreteras que comunicaban a esta ciudad con el resto del país, como queriendo salir o en una permanente búsqueda.
                                                                                                                          Wikipedia



Novena y natilla, tradición antioqueña

A excepción del Bajo Cauca y Urabá, la geografía antioqueña se caracteriza por ofrecer en diciembre una gastronomía de la que no puede excluirse la natilla.

Las festividades navideñas se celebran de diversa forma de acuerdo con las regiones. Sin embargo, a lo largo y ancho del territorio antioqueño -y en el viejo Caldas por extensión- la natilla como plato típico va ligada a la Novena del Niño Dios y a la tradición.

Todavía en muchos lugares se cocina el maíz y se prepara la colada en pailas grandes y en fogón de leña, a pesar del uso casi generalizado de la natilla comercial de marca, que este año llegó estrenando el coco incorporado y hace rato viene con la panela y la fécula mezcladas en la caja.

La cuestión no se limita al dispendioso proceso de hacer bien este tipo de postre paisa por excelencia, sino que se extiende al ritual de raspar el recipiente y el mecedor, armado de cucharas, nietos y sobrinos, sin descartar la posibilidad del asalto furtivo a la cocina para hurtar buñuelos o sustraer hojuelas, aunque se corra el riesgo de ser delatados por el crujir de aquellas.

Aún en tiempos difíciles (¿y cuáles han sido fáciles?) los antioqueños disfrutan estas costumbres navideñas o -como mínimo- las añoran y están dispuestos a perpetuarlas. Muchos viajan al pueblo natal para reunirse con las tías que echaron raíces y renunciaron a montar diario en Metro y a ir de compras al supermercado. Hay fiestas del retorno y cabalgatas para recibir a los hijos pródigos y a los nietos prodigio que manejan computador y están en la universidad, pero que también sienten el llamado de la sangre, de la tierra y de la magia decembrina.

Por todos lados
En Frontino comienza la Novena a las seis de la tarde y los vecinos van de casa en casa cantando villancicos y repitiendo la esperanzadora frase de “todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. La romería termina como a las nueve y media, con la barriga llena de natilla, dulce de brevas y papaya, buñuelos y otras delicias, y con el alma tocada por un halo de esperanza.

En Concepción (La Concha, para los amigos) hay más población flotante que local en esta época y la mayoría de los que llegan se unen a los festejos. La celebración se inicia con expresiones de fervor el 29 ó el 30 de noviembre, con las novenas a la Inmaculada Concepción , cada día desde una vereda diferente, con procesión y todo. La última se realiza en el pueblo y con ella comienzan en firme la Navidad, el concurso de pesebres y el empuje de la colonia residente en Medellín, que prepara los regalos para los niños de menores recursos.


La gente aprovecha para ir a los charcos de San Bartolo y Los Guayabales, o a las moliendas, donde se borran las diferencias entre nativos y visitantes, como explica Oscar Arango, oriundo de estas tierras y defensor de sus tradiciones.

Carriel y poncho
El Suroeste no cede terreno y cada año reedita el ritual católico del nacimiento del Redentor. A ritmo de villancicos y música parrandera, Andes, Fredonia, Jericó y Valparaíso compiten con Caramanta, Támesis y Betulia por atraer a los que emigraron en busca de futuro, educación o empleo, para que regresen a disfrutar alrededor de la hoguera, o se sienten en el rincón de las enjalmas a repasar niñeces y a comer natilla con una abuela fabricada a prueba de años.

Carriel y poncho son aliados y confidentes. El que tiene y puede, arrima al pueblo en bestia a compartir en la plaza, donde no falta el amigo, el conocido o el lugareño que le brindan un trago con gesto cordial, como en los buenos tiempos, asegura Aníbal Cano.

La verdad es que cada uno, en el lugar escogido para disfrutar su diciembre, mira el pesebre y revive mentalmente los años de la dorada infancia y su primer traído. De cualquier modo, sueña y recuerda que la Navidad tiene olor a clavos y a canela y que en cada rincón de esta tierra, la natilla es una oda al maíz y otra razón de ser del paisa.

El Colombiano

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