miércoles, 8 de diciembre de 2010

LA MUJER Y LA GASOLINA - Parranda

Plazuela Nutibara 1975. Medellin.


Bailando el Vasilon
Boquita pintada
El aguardientero
El grillo
 El halconcito
El jardinero
La ingrata
La mujer y la gasolina
La naranja madura
María Teresa
Me rio de mi suegra
Nuestra dicha
Que gato
Que lo diga ella





MARIA TERESA


EL JARDINERO


QUE LO DIGA ELLA



Leonel Ospina tiene ganas de cumbanchar

  Cuenta que Lucho Bermúdez lo buscó para que cantara María Teresa.
  El Jardinero de la Parranda es un pionero de este género musical.
  Crónica con acento de fiesta y sabor a parranda de diciembre.



Por
John Saldarriaga
Medellín

Uno de los guardianes de las fechas decembrinas -el 24 de diciembre, más que todo- es, sin duda, Leonel Ospina.

Casi no hay fiesta en que no suene su "María Teresa tiene ganas de cumbanchar, cuando suena la orquesta empieza a revoliar... ¡Y pensar que esas canciones tienen casi medio siglo!

Como Leonel vive de aquí para allá en el centro de Medellín, siendo parte del paisaje en La Bastilla, tan habitual como las apuestas de caballos, asiduo visitante de bares como El Colón y La Ceiba, desocupando a sorbos largos botellas de cerveza y licor, algunos lo comparan con Crescencio Salcedo, el de El año viejo, que pasó sus últimos años en calles de Medellín, subsistiendo apenas.

Cosa que él rechaza de plano. Dice que los dos son muy distintos. Algunos que lo conocen dan fe de que, en efecto, ha mermado su afición por el alcohol y que se le ve en tertulias sobre música en el antiguo Club Unión, el salón El Astor.

Leonel Ospina es uno de los consentidos de la Organización Sayco Acimpro. Acude allí en la mañana, a tomar café, a conversar con el administrador, John Jairo Castañeda, quien le tiene paciencia hasta en días en que amanece con el Ospina encaramado sobre su cabeza, que a pesar de sus 66 años, pinta escasas canas.

En la misma oficina del director regional tiene un armario de madera en el que guarda ropa y decenas de discos de pasta de larga duración. Y los tres millones de pesos anuales de las regalías, se los ayudan a tasar, para que le alcancen.

Vive solo, en un hotel central, pero mantiene su ubicación en secreto, hasta para los más cercanos.

Todavía es el centro de muchas parrandas. Amigos no faltan que lo invitan para que acuda con su guitarra y anime sus fiestas. Y él, que nunca ha dejado de ser feliz cantando, está siempre presto a coger su guitarra y entonar: "Aquí le traigo para usted, doña Enriqueta, un gran manojo de fresquísimas violetas...", con la misma voz de sus veinte y tantos años, cuando la grabó.

Pasado glorioso
Cuentan que El Jardinero de la Parranda, en su época de artista activo -hace unos treinta años- tuvo fortuna.

Que poseía una casaquinta en El Poblado y más de dos autos. Vivía con comodidad porque mantenía "copado de compromisos".

Sus éxitos, María Teresa, El Jardinero, Ya nació el Niño, El Pilón y demás, sonaban con tanta fuerza en el país y fuera de él que él mantenía boyante.

Y dicen que una vez salió a una gira larga por Colombia, de unos tres meses y, al llegar a su casa, salieron a la puerta personas que no conocía.

"No señor -cuentan que le dijeron-. Esta casa la compramos hace dos meses a la señora Fulana de Tal", y le mostraron escrituras.

Esa Fulana era su compañera y a nombre suyo figuraban las propiedades de éste. Quedó en la ruina. Esas lenguas de hoy que fueron oídos entonces, agregan, incluso, que en este asunto hubo magia.

Desde entonces, Leonel ha tratado de encontrar respuestas en el fondo de las botellas, pero, al parecer, en ellas no viene mensaje alguno, como sí las de los náufragos.

Como si la entrada de la caverna de su memoria estuviera sellada por una gran roca, él sólo afirma: "A mi no me han dejado querer. Y es que todo tiene su frontera". Y cuenta que estaba cantando en el grupo de José Muñoz, cuando Lucho Bermúdez le mandó a él, Leonel Ospina, las letras de dos canciones: María Teresa y El Jardinero, porque quería escuchar su voz. Y casi sin acompañamiento instrumental, le grabaron y pasó el examen.

"A mí no me han dejado viajar", se lamenta. Tal vez se refiere a que no realizó giras por el extranjero. Cuenta que el señor Ramírez Johns, el dueño del sello Sílver, en el que grababa, lo quería tanto que, tras una invitación de México, le dijo: no, Leonel, no viajés, después vas por allá. Y no hubo un después.

Inasible
Huidizo. Así es Leonel Ospina. Y en estas calendas que uno escucha su música: "Ay, yo soy, yo soy el jardinero. Tengo amores con Fabiola, con Teresa y con Raquel; tengo amores con Lucía, con Lucrecia y con Jael", uno se imagina que, claro, con tantas mujeres a quienes visitar, es difícil dar con él.

Cuando uno logra ubicarlo, porque camina sin tregua entre la oficina de la Organización Sayco-Acimpro y los cafés donde tiene amigos.

Los fines de semana va a su pueblo, Amagá, donde es ídolo. Dicen que en su tiempo de gloria paralizaba la vida del pueblo carbonero
 El Colombiano

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