sábado, 8 de febrero de 2014

ALFREDO SADEL -Sadel en el Tiempo - Vol.4/15 -Canciones Venezolanas

Plaza de Mercado.

Anhelos
Aquel cantor
Barlovento
Crepúsculo larense
Cuando me faltas tú
Endrina
Hojas mustias
Merengues
Naranja de Valencia
No puedo olvidarte
Serenata pueblerina

Serenata



SERENATA


ENDRINA


NO PUEDO OLVIDARTE



 Gloria eterna para Sadel, hijo ilustre de Caracas, a 20 años de su partida
El pueblo, bajo el sol de la tarde, lo despidió en la Plaza Bolívar Post mortem, fue declarado Hijo Ilustre de Caracas.

Por Últimas Noticias en Junio 28, 2009  


Los rasgos eran diferentes, aunque las expresiones de tristeza y dolor unificaban el sentir. Centenas de personas, con predominio de mujeres y de la tercera edad, esperaban estoicamente que les llegara el turno de pararse algunos segundos frente al féretro para despedirse de aquel ídolo, aquel cantor, que sedujo a las audiencias con un físico singular y con unas condiciones vocales tan sólidas como versátiles, permitiéndole explorar géneros clásicos y populares con tal facilidad que a los críticos no les quedó más remedio que alabar sus aventuras musicales.

Mientras tanto, ante la guardia de honor, otros controlaban el temblor de sus manos para plasmar en el libro colocado a la entrada del recinto, sus mensajes de fervor, de admiración y de condolencia por quien dejó este mundo impregnado con su arte.


Los acordes de la Banda Marcial Bolívar de la Policía Metropolitana matizaban el gimoteo de los asistentes con valses, pasodobles y merengues caraqueños, en un homenaje con sabor local.

El entonces presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, y el gobernador del Distrito Federal, Virgilio Ávila Vivas, fungieron como custodios del ataúd en el momento en que éste abandonó la sede de gobierno estadal para recorrer la Plaza Bolívar antes de dirigirse al Cementerio del Este. Se había cumplido el minuto de silencio.

Los restos de Alfredo Sadel, el 29 de junio de 1989, un día después de producirse el deceso en Caracas, fueron despedidos en medio de una multitud que cerró, con aplausos, un ritual dedicado a quien se adjudicó para siempre el título de tenor favorito de Venezuela. Ya las gargantas se habían unificado en un grito unánime, sonoro y escalofriante: "¡Adiós, Sadel, adiós!", repetido bajo el calor del sol de la tarde.

Tres condecoraciones, otorgadas post mortem, se sumaron a un brillante palmarés: la de Defensa Civil Nacional, la Cruz de la Policía Metropolitana y la Héroes del Silencio de los Bomberos Metropolitanos. Minutos antes fue declarado Hijo Ilustre de Caracas por los miembros del Concejo Municipal de la entidad capitalina.

Así se cerró un capítulo, el de la vida, de Sadel, el artista, el gremialista, el venezolano que, según muchos de sus contemporáneos, "nos puso en el mapa".

Nunca nadie, antes que él, paseó el gentilicio criollo en los principales escenarios del mundo. Su voz venció a la lupa de los críticos más disímiles, mientras su físico resultó irresistible para las damas de las más diversas latitudes.

Incluso Hollywood le guiñó un ojo, cuando la Metro Goldywn Mayer le propuso un contrato por siete años que no llegó a traducirse en películas rodadas y que el mismo artista, años después, diría que fue una artimaña para impedir que otras productoras lo firmaran y para manipular la voluntad de Mario Lanza.

El 29 de junio de 1989, sí, se cerró un capítulo, pero se abrieron otros, el de la trascendencia, el del recuerdo, el de la historia, el de la valoración, el del afecto, episodios que requieren la acción del tiempo para añejar a los mitos y moldear a los ídolos.

Hoy, 20 años después de la partida, Alfredo Sadel ocupa un lugar especial en el Olimpo latinoamericano.

ORLANDO SUÁREZ

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