Carrera Junín en un diciembre de la década de 1960.
Fotógrafo: Gabriel Carvajal Pérez.
© Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América
Latina.
Alma libre (03:01)
Cariñito (02:06)
Cuando llego a la Habana (02:42)
El cumaco (03:10)
Me voy pal pueblo (02:54)
Mientes (02:55)
Noche azul (02:57)
Para vivir (02:48)
Perversidad (02:48)
Todo al revés (03:08)
Vale más callar (02:15)
Vieja luna (02:45)
Yo (02:19)
Yo no te engañe (02:46
PERVERSIDAD
EL CUMACO
ME VOY PAL PUEBLO
Sadel:
20 años del adiós del más grande
Por Aquilino José Mata en Junio 28, 2009
Fue el primer gran ídolo de masas y el más grande
cantante que ha dado nuestro país. El llamado “Tenor Favorito de Venezuela”
sigue hoy en día sin rivales 20 años después de su partida. Sadel se despidió
del público venezolano el 28 de junio de 1989. Pionero de la radio, el cine y
la televisión, fue el más internacional de nuestros artistas del canto (en una
época en que Venezuela no producía ídolos populares). Su fructífera carrera,
recogida en el laureado documental que hizo su hijo, Alfredo Sánchez, titulado
“Alfredo Sadel: Aquel Cantor”, le ha dado la vuelta al mundo con sus valiosos
testimonios, que incluyen a artistas como Plácido Domingo, Lucho Gatica, Celia
Cruz, Guillermo Cabrera Infante y Emilita Dago, entre otros. Dentro y fuera de
nuestras fronteras, Sadel brilló como ningún otro vocalista criollo. Antes de
él, hubo cantantes como Lorenzo Herrera, Eduardo Lanz, Graciela Naranjo, Mario
Suárez, Héctor Monteverde y “Rafa” Galindo, pero fue Sadel quien impuso el
bolero en nuestro país y popularizó nuestra música en el exterior. Luego de él,
otros trascendieron fronteras, pero fue Sadel quien con su amplio repertorio,
maravilloso registro vocal y su imponente presencia escénica se constituyó en
la más alta referencia para artista alguno en Venezuela. Hoy recordamos su
trayectoria en Informe21.com.
Desde su primera presentación en público en el Nuevo
Circo de Caracas en 1947, cuando todavía no había cumplido los 18 años de edad,
Alfredo Sadel impresionó por su portentosa voz de tenor y su estampa de galán
cinematográfico. Lo tenía todo para triunfar y él estaba consciente de ello, de
allí que aprovechó las oportunidades que se le presentaron para saltar del
estrellato en Venezuela al éxito internacional, un camino que comenzó a
recorrer en 1951, cuando es contratado por la RCA Victor para grabar en Nueva
York.
Antes de aquella actuación en el Nuevo Circo, ya había
ganado no poca popularidad a través de programas radiales tan sintonizados como
La caravana Camel y Fiesta fabulosa. También grabó el primer disco fabricado en
Venezuela, con la canción Diamante Negro, compuesta por él y uno de los hitos
de su repertorio, así como el bolero Desesperanza, que le escribió María Luisa
Escobar. Además, había participado en las películas Misión atómica -junto a
Amador Bendayán- y Flor del campo.
Con este bagaje, Sadel viaja a Nueva York y sus primeras
grabaciones con la RCA Victor las hace bajo la dirección musical de Aldemaro
Romero, otro venezolano que en esa época comenzaba su proyección internacional
desde aquella ciudad. Paralelamente, se presenta en el Chateau Madrid, el
cabaret por donde pasaban las luminarias hispanoamericanas más famosas de
entonces. Su éxito fue tan resonante, que estuvo allí durante tres meses.
Tal acontecimiento llamó la atención de Ed Sullivan, el
animador más importante de la televisión estadounidense, quien lo invitó para
una de las emisiones de su show diario, que se transmitía de costa a costa.
Allí, el tenor venezolano interpretó el clásico italiano Matinata, con arreglo
de Aldemaro Romero, episodio que aparece en el excelente documental Alfredo
Sadel: aquel cantor (1999), dirigido por Alfredo Sánchez, hijo del vocalista.
Luego vendría la consolidación de su idolatría en la
América de habla hispana. Se presenta por primera vez en Cuba en 1955, en donde
se volvieron locos con él y prácticamente se rindieron a sus pies. Tuvo su
propio show de televisión, hizo Mi canción y Fiesta latinoamericana, elepés que
rompieron todos los records de difusión y ventas establecidos para entonces
para un artista de esta parte del Continente, y hasta grabó a dúo con el gran
Benny Moré el bolero Alma libre.
En México no tardó en ser ídolo de multitudes, así como
también en Colombia, Argentina, Puerto Rico, la República Dominicana y el resto
de Latinoamérica. En la nación azteca hizo numerosas películas que refrendaron
su popularidad.
Cuando en 1961 decide -en plena cúspide de la fama- dejar
la canción popular para dedicarse al bel canto, iniciaría en esta faceta otra
racha de éxitos internacionales, en escenarios como el Carnegie Hall de Nueva
York, el Teatro Colón de Buenos Aires, el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de
México y la Scala de Milán. Es el primer venezolano en cantar en la
desaparecida Unión Soviética, donde hizo frecuentes giras como intérprete de
óperas como La Bohème, Tosca, Rigoletto y La Traviata.
Sin duda, Alfredo Sadel fue nuestro primer ídolo de
exportación, con una carrera fulgurante y eminente, dentro y fuera de
Venezuela, y sigue presente tanto hoy como ayer en miles de corazones latinoamericanos.
AQUILINO JOSÉ MATA
Informe21.com
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