Edificio
Echavarría en Boyacá con Palacé en 1922
Autor:
Manuel Lalinde
©
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina
LADO 1
1- AMOR Y BRASA -Augusto Duque Bernal - Pedro P. Santamaría
2- VENENOSA -E. Valton
3- SOLO Y TRISTE -Nicasio Safadi con Blanca Ascencio
4. ALMA DE DIOS -José Serrano
5- ODIAME -A. Hario - Mario Talavera
6- CABECITA LOCA -L. Aguilar Palma - Guty Cárdenas con
Margarita Cueto
LADO 2
1- ADIOS
-V. Veloz - Mario Talavera
2- HORTENSIA -A. M. Camacho y Cano con Margarita Cueto
3- SERENATA -Shubert
4- LA PERCANTA ESTA TRISTE -Vicente Greco
5- BRISAS -María Grever
6- TODA EN MI SER -Augusto Duque Bernal - Pedro P. Santamaría
LA PERCANTA ESTA TRISTE
VENENOSA
TODA EN MI SER
En el año de 1915, México vivía la plenitud da su tan
gloriosa como temible gesta revolucionaria.
Venustiano Carranza acababa da posesionarse de la presidencia
da la república, y las tropas de sus partidarios y las de Zapata entraban y
salían. Hacían y deshacían tomaban y dejaban.
Se cambiaba de moneda como de ropa. Escaseaban
angustiosamente los alimentos. Había una permanente sensación de temor y de
inseguridad en las gentes.
Tenía todas las características de una ciudad sitiada.
Sin embargo no se suspendieron los espectáculos públicos.
A pesar de todo.
A pesar de que en un momento dado los revolucionarios podían
cortar la luz para que la función se suspendiera. A pesar de los peligros que
entrañaba la vuelta a la casa a la madrugada con las calles plagadas de
soldados y soldadotes no siempre de buen humor. Con todo y los abaleos
frecuentes. Y los abusos. Y el clima de inseguridad que obligaba a una
prudencia tremenda.
Y el Arbeu, el teatro de la ópera capitalina, abrió sus
puertas en abril de 1915.
Fue el gran año del maestro José Pierson, profesor de
canto de los más destacados artistas nacionales, quien se encargó de la
temporada, con su "Compañía Impulsora de Opera" formada en su
totalidad por cantantes mexicanos, jóvenes, casi todos debutantes, pero
seleccionados cuidadosamente.
Y el 4 de abril se alzó el telón para "La
Favorita" de Donizzetti.
Alfonso XI de Castilla fue encarnado por el barítono
Eduardo Lejarazu. Josefina Llaca hizo el rol de doña Leonor de Guzmán, y un
tenor pequeñito de cuerpo, con una voz lírica de impresionante belleza, con un
dominio exquisito sobre los "pianísimos" tuvo a su cargo el personaje
de Femando.
Ese tenor, Carlos Mejía, se consagró de inmediato como
una de las grandes figuras de la ópera mexicana.
Los críticos afirman que no ha sido superado todavía
entre los cantantes de su tesitura que la ópera de México ha producido.
Carlos Mejía, por supuesto, fue, desde ese mismo momento,
quien hizo los grandes papeles, dentro de sus condiciones. Y en temporadas
posteriores alternó con los más sobresalientes artistas del momento.
Eran los tiempos de María Teresa Santillán y de Carmen
García Cornejo. De Consuelo Escobar y de Ángel R. Esquivel y de José Mojica.
Como ahora, como en todos los tiempos, gran des figuras del extranjero
compartían la escena con los nacionales. Y Carlos Mejía en años posteriores vio
cómo su nombre figuraba junto a los de Ricardo Stracciari. Giovanni Zenatello, Ángeles
Ottein, José Palet, Augusto Ordoñez, Hipólito Lázaro, Tita Ruffo
La Víctor, pendiente como de costumbre del surgimiento de
las grandes figuras, incluyó a Carlos Mejía en su catálogo.
.Los discos de sello Azul ofrecían a las más sobresalientes
figuras del mundo artístico hispano americano, y Carlos Mejía grabó para el
sello Azul 20 selecciones operáticas. Arias para tenor lírico.
El éxito fue clamoroso. Y teniendo en cuenta la
versatilidad del artista, su conocimiento profundo de los más intrincados
problemas del arte vocal, se le renovó el contrato pero en forma tal que junto
a las aplaudidas páginas que le conquistaban éxitos en los escenarios líricos,
el ya famoso tenor interpretara romanzas españolas y canciones latinoamericanas
destinadas a los lejanos países del sur a donde se despachaban directamente
desde New York.
Estaban ya en vigencia los felices años de la década del
veinte.
La industria fonográfica tomaba forma definitiva de
industria por lo alto, en los Estados Unidos.
En Camden un selecto grupo de cantantes, guitarristas y,
orquestadores procedentes de España, de México, de la Argentina, de Cuba, de
Colombia, hacían meritoria labor artística. Daban presencia física, negra y
sonora presencia, a multitud de canciones que pasaron a ser, con los años,
himnos populares de sus países Identificación sentimental de aquellos tiempos.
Se aprovechaban los días para hacer teatro. Y el
empresario bogotano. Evaristo Corredor Gutiérrez hizo un local digno de las
zarzuelas y operetas hispanas, y celebró victoriosas temporadas con Mejía,
Margarita Cueto. Juan Pulido, José Moriche, Rodolfo Hoyos y otros, por allá en
el año de 1926 Se Mamaba Teatro Lirico y estaba situado en la calle 42 entre
Broadway y le 8a Avenida.
CARLOS
MEJIA
Y las discretas victrolas. Y los cornetudos gramófonos,
en los salones encopetados de la alta sociedad, lo mismo que en las humildes
fondas camineras de las provincias escondidas, acunaron esas voces amigas. En
su mayoría, los propietarios de ellas jamás tuvieron contacto directo con sus
admiradores de por acá. Adquirieron estatura de mito.
El repertorio de Carlos Mejía se fue engrosando con
tangos que hacían furor en el Buenos Aires bohemio, ebrio de los gorjeos
argentinos de Gardel, de Corsini y de Magaldi. De las ardientes costas del
Guayas, los pasillos de Safadi y de Pare-des Herrera volaron hasta la garganta
privilegiada de Mejía. Los pasillos y bambucos que nacían en las reuniones de
la Gruta Simbólica de un Bogotá empapado de poemas y asistido por las
estudiantinas de sus autores: Murillo, Patiño, Wills... O en los carnavales
medellinenses, trono de la popularidad de Pedro Pablo Santamaría, Alzate
Giraldo o Carlos Vieco. Y naturalmente con las canciones de su tierra
martirizada y viril: "Ojos Tapatíos", “Perjura" y aquellos
cantos sentimentales de Ponce, de Lerdo de Tejada y de Mario Talavera.
Debido a las condiciones de su contrato, a Carlos Me-jía
le quedaba casi imposible alejarse por mucho tiempo y a distancias más grandes
que las regulares, de la sede de la grabadora. De ahí que nunca pudiera aceptar
los ofrecimientos para actuar en éstos países.
Solo breves giras por los países centroamericanos y
esporádicos viajes a México.
En los Estados Unidos contrajo matrimonio. En New
Orleans, por las leyes de ese país. En New York, en ceremonia que tuvo lugar en
el Consulado General de su país presidida por el ex-mandatario Adolfo de la
Huerta y con la asistencia, entre otros, de Amado Nervo y de Juan José Tablada,
por las de México.
Carlos Mejía, nacido en la capital mexicana el 6 de
diciembre de 1892, fue estudiante de contabilidad, pero abandonó esta profesión
a la mitad del camino para dedicarse íntegramente a la música. Sus últimas
actuaciones públicas tuvieron lugar en el año de 1944, cuando interpretó la
ópera de su consagración, "La Favorita", y "Manon" de
Massenet y "La Bohemia" de Puccini.
Desde entonces se dedica a la enseñanza del arte que lo
hizo famoso. Su academia tiene alumnos adelantados que hasta se han presentado
ya en público con buen suceso. En su casa de la Colonia Roma Sur, Iztlan No.
44. Carlos Mejía gusta de recordar aquellos días en que era ídolo popular.
Disfruta del patrimonio que sus brillantes actuaciones le produjeron y goza del
cariño de su esposa y de la familia, un esposo y cinco hijos, de la hija que
sobrevivió de la pareja que un día dio alegría a su hogar.
Muchos años han pasado desde que se hicieron las
grabaciones que figuran en este volumen de grandes creaciones de Carlos Mejía.
La guerra mundial ocasionó la pérdida de muchas de las matrices de los valiosos
archivos de la Víctor. Pudimos lograr, sin embargo, el rescate de estos números
que nos dan, someramente, una visión de Carlos Mejía “cancionero".
Por ellos pueden ustedes juzgar la versatilidad que
consagró al cantor mexicano.
Escucharán dos tangos. Duetos con Margarita Cueto, la
gran soprano que le acompañó en su triunfal temporada neoyorquina y que luego
con él serviría importantes cargos en la ópera mexicana, y con Blanca Ascencio,
compañera que fue del trio Garnica Ascencio. Las canciones del compositor
antioqueño Pedro Pablo Santamaría, con letra del notable poeta Augusto Duque
Bernal, y las romanzas que cantara entre aclamaciones, en recitales y
actuaciones teatrales.
El espíritu de una época, de un estilo, de una escuela,
de un arte imborrable y maravilloso.
Selección y Notas HERNAN RESTREPO P
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