ÉL HUESPED DEL SEVILLANO. Guerrero
EL GUITARRICO Pérez
Soriano
LOS PICAROS ESTUDIANTES Mediavilla
EL TRUST DE LOS TENORIOS Serrano
EL CASERIO Guridi
LA PICARA MOLINERA.... Luna
CARA 2,
LUISA FERNANDA.. Moreno
Torroba
MIGUELON Luna
LA VILLANA Vives
SANGRE DE REYES. Balaguer y
Luna
LA PICARONA Alonso
LA DOLORES Bretón
ALFREDO KRAUS
ROMANZAS DE ZARZUELA
ORQUESTA SINFONICA DE MADRID
Director: JOSE OLMEDO
EL GUITARRICO
LA DOLORES
EL HUESPED DEL SEVILLANO
La Zarzuela, cuyo nombre se debe al Real Sitio donde el
divertimento teatral utilizara por vez primera el maridaje del verso con la
música, tiene una ascendencia de incontrovertible nobleza: «La Tonadilla», de
profunda y añeja raigambre española y la docta experiencia del gran teatro
lírico italiano.
Y lo mismo que un hijo acusa, en una sola fisonomía, los
rasgos de sus dos progenitores, la Zarzuela española hace posible la emisión de
la belleza pura de la música vocal, emitida por cantantes que poseen conjuntamente
la voz, el garbo, el desgaire o el sentido dramáticamente popular que —más de
una vez— se escapa de las normas del «bel canto».
En más de una ocasión, el gran público ha aceptado como
perfectas, musicalmente hablando, interpretaciones en las que el cantante ponía
a concurso su voz y su pasión dramática; supliendo con esta pasión —en muchas
ocasiones— no deficiencias, pero si imperfecciones vocales en las que una
escucha musicalmente objetiva habría quedado insatisfecha.
Una selección subjetiva de trozos de Zarzuela, se
presenta en este «Álbum» en el que se repite una circunstancia original, que es
la de ser interpretado por un cantante nacido en las mismas matrices que la
Zarzuela española: Tonadilla y Escuela, que es lo mismo que decir temperamento
e inteligencia.
Un hombre meridional, cuyo apellido paterno enlaza el
calor tropical con las melodías enfebrecidas de Schumann, de Beethoven o de
Wagner, viene a decirnos cómo, desde una unidad más entrañable que geográfica,
se puede venir a fundir, de una manera terminante e indiscutible, lo más bello
de una escuela con lo más ardiente de una raza; cómo la objetividad de un
personaje, puede ser arrollada por la subjetividad de una cálida calidad.
ALFREDO KRAUS, presta en esta ocasión, un doble servicio,
que espiritualmente se centuplica y es el de demostrar que la inspiración
musical española, tantas y en tan diversas ocasiones expuesta en tantos y tan
encontrados cancioneros, puede presentar al mundo —con más ánimo de competición
que de competencia— las manifestaciones que la belleza melódica puede aportar
al servicio, no siempre bien comprendido, del arte dramático español.
Conseguir estas interpretaciones de tal cantante, nos
hace pensar que, más que un éxito personal del propio artista, es un gran
triunfo del Género Lírico español.
Salvador Ruiz de Luna
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