Calle Boyacá entre Palacé y Junín-1900
Al fondo el edificio Banco Colombia.
-Fotógrafo Benjamín de la Calle
LADO 1:
I. EL PENADO 14
2. MARTIN PESCADOR
3. NO CANTES VICTORIA.
4. LLORANDO LA CARTA.
5. SI VA LA VIDA.
6. ROSITA
LADO 2:
I. 9 DE JULIO.
2 NI ISLAS
3. LA QUE NUNCA TUVO NOVIO.
4. EL UNITARIO DE SAN MIGUEL.
5. AVE MARIA
6.INSPIRACIÓN
ROSITA
AVE MARIA
INSPIRACION
Muchas voces gloriosas transformaban
entonces en canción las emociones de los porteños: Carlos Gardel. Rosita
Quiroga, Ignacio Corsini, Azucena Maizani, Mercedes Simone, Alberto Gómez, Ada
Falcon, Charlo, Libertad Lamarque, Tania. Y entre ellas Agustín Magaldi definió
su propia voz, una voz única y entrañable.
El tango fue, en un principio,
canción desenfadada un poco a la manera de
letrillas tabernarias que coreaban los gallardos medioevales. Con
Villaldo se hizo juguetón y donairoso;
Yo tengo una criolla quo es muy tremenda
y como un trompo para bailar;
cuando la cazo por la cintura
¡qué vueltecitas que le hago dar!
Y con Pascual Cootursi, queja
desgarrada. Luego encontró todos los acentos: la angustia y al sarcasmo, la
cachada y la pasión, la ternura y la amenaza. Fue alternativamente travieso y bravío,
restallante y acariciador, reflexivo y nostálgico. Hasta que Agustín Magaldi
trajo de Rosario, hace ya alrededor de cuarenta años, el acento melancólico que
el tango no habla logrado todavía, ni en la voz viril de Gardel, ni en la prosodia
querendona de Rosita Quiroga. Fue precisamente, esta fabulosa creadora de
"Puente Alsina" y de “Julián" quien amadrinó al Joven cantor
nacido en Casilda (en 1903), quo sabía cantar porque de niño habla estudiado
canto lírico, y que sentía los versos de las canciones como si él mismo los
hubiera escrito. Con Rosita Quiroga grabó Magaldi, antes de unirse en dúo con
Pedro Noda, algunas páginas que son hoy tesoro da discófilos y constituyen uno
de los documentos más simpáticos de la canción porteña.
El triunfo de Agustín Magaldi no se
hizo esperar. “Su espíritu lleno de ternura y sentimiento —dijo Enrique Santos
Discepolo— llegaba dulcemente a las multitudes". Cantaba cosas tristes. La
historia del penado 14, que llamaba a su madre al Instante de morir; el
desconsuelo de la obrerita que languidecía Junto a la ventana, esperando al
novio que nunca tuvo; la enfermedad de Marquita condenada a morir cuando el
otoño sembrara de oro los canteros; el alba fría de una Moscú irreal, cubierta
de nieve y asediada por el aullido de los lobos donde una muchacha de ensueño y
de perfidia olvidaba al amante desterrado. Y el porteño, para quien al dolor
ajeno nunca es del todo ajeno, porque lo siente como si le doliera en sus
entresijos, advirtió que tu corazón respondía al mensaje de esa voz nueva y
humilde, de esa voz casi llorada. Para otros fue. Entonces, la admiración del
porteño, esa admiración sumisa que capitula incondicionalmente ante quien tenga
clase, que es el más envidiado tener. Más, para la voz sentimental de Angustia.
Magaldi fue el cariño. Y el porteño si no da su admiración con facilidad, con
menor facilidad todavía da su cariño.
Agustin Magaldi murió muy joven, en
1938. Pocos años habianle bastado, sin embargo, para dar al tango –y a la
canción porteña en general-una nueva dimensión. Creo canciones que fueron suyas
que casi nadie se atrevió luego a cantarlas.
E interpreto también —porque era un
hombre infinitamente generoso— canciones que otros habían creado y a los que
imprimó un acento personalísimo qua nadie podría imitar sin exponerse al riesgo
del ridículo. El público lo seguía con su aplauso fiel. Sus presentaciones en
los teatros eran clamorosas. Sus audiciones tenían multitudes de Oyentes y sus
discos se vendían en gran número El pueblo lo nombraba junto a Carlos Gardel,
no por parangón, sino porque daba como valor entendido que Gardel y Magaldi
eran las dos cumbres más empinadas del tango. “Gardel, Magaldi... y caminar un
rato largo para para encontrar otros dos", decía en octubre de 1928 el
entonces famoso y nunca olvidado “chansonnier” Roberto Diez. ¡Felices tiempos
aquellos en que Buenos Aires no tenía el pudor de la tristeza ni buscaba
evadirse de sí misma. Se expresaba por aquellos años de oro de la canción
popular, con los versos tajantes de Celedonio Esteban Flores y comenzaba a
reconocerse en la poesía torturada de Enrique Santos Discépolo. Gritaba su
angustia y su despecho. Agustín Magaldi le enseñó a expresarse a media voz.
Este disco reúne un manojo de las
canciones que grabara la voz sentimental de Buenos Aire. Algunas de ellas, tan
representativas de su temperamento como "El penado 14” y el triste “Ave Maria”, en el que Agustín Magaldi muestra su singular Jerarquía de Intérprete. Otras, como "Se va la
vida" y la ranchera “Martin Pescador" servirán para recordar que no sólo fue el cantor sentimental sino el artista capaz de expresar la ironía
y el desdén con ese dejo sobrador que es gala del porteño, y que en su voz
cabía también la picardía traviesa del criollo.
Music Hall rindo, con esta placa, un
merecido homenaje a uno de los mayores intérpretes de la canción porteña. Pero
también nos hace un hermoso regalo a quienes integramos la legión —a pesar de
todo numeroso y creciente— de los
tangófilos.
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