Incendio del costado occidental del Parque de Berrío el
29 de octubre de 1921. Se observa el costado sur de la Calle Boyacá entre
carreras Carabobo y Bolívar.
Autor: Benjamín de la Calle.
© Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América
Latina.
LADO A
EL PONCHO DE MI PADRE
BESOS Y CEREZAS
FLORES MARCHITAS
ESOS TUS OJOS NEGROS
UN VIEJO AMOR
LADO B
LA VENENOSA
EL ALMA EN LOS LABIOS
HONDA PENA
PREGUNTALE A LAS ESTRELLAS
PALIDA NOVIA
EL ALMA EN LOS LABIOS
ESOS TUS OJOS NEGROS
FLORES MARCHITAS
ESTA
ES LA ÚLTIMA CANCIÓN...
Publicacióneltiempo.com
SecciónOtros
Fecha de publicación 7 de febrero de 1993
AutorJORGE IVAN GARCIA
La tarde en que don Fructuoso García encontró a su hijo
Camilo fumándose un cigarrillo fue el inicio de una de las carreras artísticas
más brillantes del país. Eran los comienzos de una época en que la máxima
demostración de amor que un hombre podía hacerle a una mujer era llevarle una
serenata hasta su ventana o su balcón.
El castigo de su padre consistió en dejarlo encerrado
solo en el cuarto de rebujo de la casa. Allí, en la pared colgaba una vieja
guitarra a la que su padre, aficionado a la música, de vez en cuando le sacaba
algunos acordes.
Camilo la cogió para hacer menos penosos los minutos de
aburrimiento. Empezó a pulsar sus cuerdas y después de tanta insistencia,
escuchó sorprendido que había logrado producir las notas iniciales del Himno
Nacional. Desde entonces, la guitarra fue su primera e inseparable compañera.
Con su descubrimiento personal, decidió vincularse y
participar en las actividades musicales que se programaban en Amalfi, el pueblo
del noreste de Antioquia donde nació el 6 de mayo de 1910. Era el mayor de un
hogar conformado por cinco hermanos.
Una de las veladas que más recordaba fue la noche en que
lo contrató un joven empleado de la Aduana que llegó a Amalfi y quería dar una
serenata a la muchacha más pretendida del pueblo. Ella, Teresa Martínez, vivía
al frente de la casa de Camilo y él iba muchas veces a que le prestara libros,
los que después devolvía con mensajes de amor entre sus páginas.
Camilo aceptó ir a cantar, pero con la condición de que
las canciones serían escogidas por él. Así fue. Hoy, casi cincuenta años
después, doña Teresa todavía recuerda esa primera canción que le cantó en su
ventana: Espérame mi bien, porque me ausento, que tuyo soy y pronto serás
mía... .
Así conquistó a quien días después se convertiría en su
esposa. Al igual que su guitarra, Teresa le haría compañía por el resto de su
vida. En su matrimonio tuvo 12 hijos, de los cuales nueve aún le sobreviven,
junto con 28 nietos y 12 bisnietos.
Una vez terminados sus estudios de normalista, y tras
andar de un lugar a otro con su esposa y sus hijos, terminó siendo maestro en
una escuela de Medellín. Para ayudarse económicamente, combinó su actividad de
profesor con la de músico. Entonces, se puso en contacto con los que existían
y, por su voz de barítono y habilidad para componer y tocar la guitarra, fue
aceptado en el ambiente artístico de la época.
Por intermedio de Próspero Aguirre, un hombre encargado
de manejar una emisora llamada Córdoba, que al lado de Ecos de la Montaña y la
Voz de Antioquia eran las más importantes de aquellos años 30, Camilo conocería
a Ramón Carrasquilla, quien asimismo sería su compañero inseparable por muchos
años. Era su tercer vínculo definitivo, que tan solo la muerte lograría
separar.
Eran dos genios diferentes. Camilo era bonachón y
descomplicado; Ramón, por el contrario, era agresivo y orgulloso. A la muerte
de su compañero, hace 11 años, Camilo empezó a deteriorarse anímicamente. Sin
embargo, el entusiasmo que aún le quedaba por la música lo impulsó a conformar
el Dueto del Pasado. Un dueto de tres Y fue una tarde de marzo de 1941, con
canciones de Juan Arvizu, Margarita Cueto, Briceño y Añez y otros, que
empezaron a cantar juntos. Debido al éxito que tuvieron en esa primera
presentación y presintiendo lo que podían lograr si continuaban juntos,
decidieron conformar un dueto.
En vista de que las canciones que interpretaban eran las llamadas
de antaño, que habían dejado de llegar en discos al país por culpa de la
guerra, decidieron llamarse El Dueto de Antañón. Y como este nombre no gustó,
lo cambiaron por el de Antaño, con él se darían a conocer en el país y en
Suramérica durante cuarenta años.
Una de las curiosidades del Dueto de Antaño es que
siempre tuvo que ser un dueto de tres. En efecto, Camilo García era cantante y
guitarrista; en cambio, Ramón Carrasquilla nunca aprendió a tocar ningún
instrumento. Por tanto, se necesitaba el complemento de otro guitarrista.
Pese a que ya habían logrado cierta posición social como
artistas de renombre y que tenían algunos discos grabados, Camilo y Ramón no
dejaban sus ocupaciones habituales.
Camilo seguía enseñando en varias escuelas de Medellín y
Ramón continuaba cantando en el coro de la iglesia de La Candelaria. Tampoco
dejaron de ir, muy cumplidos después de sus trabajos habituales, a los cafés
Avenida Primero de Mayo, El Crillón, El Pilsen y El Escorial, que eran los
lugares donde solían hacerse los serenateros en espera de alguien que los
contratara. Allí permanecían desde las 11 de la noche hasta las 4 de la
madrugada.
Pese a vivir con cierta celebridad de la noche y la
bohemia, Camilo nunca se comportó con irresponsabilidad en su hogar. Sí fumaba
y, de pronto, se tomaba sus traguitos y acaso tuvo algún amor furtivo , dicen
sus familiares.
A decir de conocedores de la música colombiana, fue el
Dueto de Antaño el que empezó a darle un poco de posición social a la serenata.
Esto lo lograba cobrando bien por las presentaciones. Llegaron a ser el grupo
serenatero más costoso, aunque competían lealmente con duetos como el de
Obdulio y Julián, y Espinosa y Bedoya.
Fueron bastante solicitados por su repertorio
internacional. Un 60 por ciento de sus canciones era de autores extranjeros
como Margarita Cueto, Carlos Mejía, Juan Pulido, Valente y Cáceres, los valses
de Francisco Canaro, entre otros.
Los temas colombianos, aunque pocos, eran muy selectos.
Cuando se conoció de la actividad de Camilo García como compositor, los poetas,
artistas y muchas otras personas solían mandarle letras de canciones para que
él las musicalizara. Entre ellos se cuentan León Zafir, Tito Gallego Rojas,
Hernando Montoya, Roberto Escobar Sanín, María Esther Arango, Alberto Cuervo,
Jorge Franco Vélez.
De su propia inspiración, con letra y música, solo tuvo
dos canciones: Tu abandono y Soledad marina. Las demás solo tienen su música,
ya que las letras se las entregaban. Así se escucharon por años y por entre las
calles de una Medellín romántica, canciones como Lágrimas, Destino, Bajabas de
la montaña, Corazón antioqueño, Rondel, que es la primera canción que compuso,
a la que luego tuvo que llamar Corónate de flores, porque ya existía otra
canción con ese nombre. También, La lancha, El boga, Las acacias, Debemos
separarnos, Amanecer, Tú lo ignoras, entre muchas otras.
Lágrimas era la canción que más le apasionaba, porque
cuando componía su música, tuvo el extraño presentimiento de que algo estaba
pasando. Cuando terminó, lo llamaron para decirle que su madre había muerto.
Con su música, viajaron a todas partes. Se recorrieron
todas las poblaciones de Antioquia; también estuvieron en varias ciudades del
país y en Ecuador, México, Venezuela y Estados Unidos, donde llenaron el
Carnegie Hall en Nueva York. Dejaron grabados 64 largas duración, una cantidad
imprecisa de discos en 78 y quedan inéditas cerca de 500 canciones grabadas por
él en casetes, con sus respectivas partituras.
Y en un rincón de su estudio en la casa, por la que se
pasea su esposa, silenciosas y como en reposo, permanecen una guitarra española
y un requinto, quietos y sin sonido desde ese 19 de enero, cuando la muerte se
llevó al gran serenatero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario