Sector
noroccidental del Parque de Berrío en 1920. Edificio Ángel, Edificio Hernández
y Edificio Gutiérrez.
Autor:
Melitón Rodríguez Márquez.
© Biblioteca
Pública Piloto de Medellín para América Latina.
Aquellos ojos verdes (04:38)
Ay ay ay (05:08)
Estrellita (05:07)
Granada (05:43)
Islas Canarias (03:07)
Lamento gitano (04:13)
Marta (03:12)
Mediterraneo (04:15)
Mi viejo amor (Un viejo amor) (04:38)
Te quiero dijiste (03:23)
Valencia (03:45)
Amapola (04:35)
Princesita (03:48)
Quiéreme mucho (05:10)
LAMENTO GITANO
UN VIEJO AMOR
AY, AY. AY
Alfredo
Kraus, un artista independiente
Andrés Amorós 2014-09-21
15 años de su muerte
Era grande y lo sabía. A sus cualidades unía el
aprendizaje y la inteligencia para conocer sus límites: "Creo que soy el
mejor; si no, me mentiría".
La humildad no era, desde luego, la mayor virtud de
Alfredo Kraus. Baste con citar una de sus frases: "Creo que soy el mejor;
si no, me mentiría a mí mismo". Lo mismo hubieran podido decir, porque así
lo sentían, otros artistas a los que he conocido; por ejemplo, el actor José
María Rodero o el torero Luis Miguel Dominguín. Lo que estimamos, en un
artista, no son sus virtudes morales sino la grandeza de su arte. Lo explicaba
así don Gregorio Corrochano : "En el toreo, sólo es humilde el que no
puede ser otra cosa".
Alfredo Kraus era grande y lo sabía. A sus cualidades
innatas unía el aprendizaje y sobre todo, quizá, la inteligencia para conocer
sus límites. Eso se concretó en una cosa: la cuidadosísima elección de su
repertorio, la fidelidad a una línea de canto. Buscaba la belleza, por
supuesto, a través de la técnica y la expresión, más que con la potencia o los
alardes espectaculares.
Siempre le preocupó el dominio técnico de la respiración,
colocar bien la voz. Gracias a eso, pudo mantener hasta el final un mismo
timbre, sin el lógico declive por la edad. Hasta para los no entendidos, su
canto producía una sensación de nitidez, aparente facilidad, nobleza de
expresión. El crítico Arturo Reverter, que le ha dedicado un libro básico
("Una concepción del canto"), resume su juicio: "Rozaba la
perfección".
Felizmente, nos ha dejado muchas grabaciones
extraordinarias. Era tenor lírico ligero, maestro en la gran ópera romántica:
el "Werther" de Massenet, "Rigoletto", "Tosca"...
Debe escucharse su mítica grabación de "La Traviata", con María
Callas, en el Teatro San Carlos de Lisboa, en 1958. También fue intérprete
magnífico de zarzuela: "Doña Francisquita", "Marina",
"Los gavilanes"; de canciones clásicas (la "Serenata" de
Toselli, la "Matinata" de Leoncavallo) y de hermosas canciones
populares hispanoamericanas: “Amapola”, “Aquellos ojos verdes”, “Estrellita”,
“Asómate a la ventana”... En el cine, puede verse la película “Gayarre”, en la
que encarna al mítico cantante español.
En una época de marketing y propaganda, él no hacía
concesiones. Como don Sergio Celibidache, defendía la actuación en vivo, frente
a las grabaciones: "Un cantante debe mostrar sus cualidades frente al
público, en directo, sin trucos". Insistía en la necesidad de la técnica: "Hasta
los flamencos defienden su voz con la técnica". Se sintió relegado por el
éxito de los "tres tenores" y les correspondió con una orgullosa
distancia...
Recuerdo siempre un recital suyo, en el que tuve yo algo
que ver, con motivo de la Feria del Libro de Frankfurt: con cerca de 65 años,
parecía en plena juventud artística, entusiasmó al público alemán, que le
aplaudió incansablemente durante cerca de veinte minutos...
Siguió siempre su propio camino: "Yo procuro ser
auténtico: cantar con una verdad". Con la verdad de su voz y su técnica.
Alfredo Kraus: un gran artista independiente.
Alfredo Kraus (1927-1999)
Tomado de Libertad Digital
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