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sábado, 11 de abril de 2015

DUETO DE ANTAÑO -Epoca de Oro


Incendio del costado occidental del Parque de Berrío el 29 de octubre de 1921. Se observa el costado sur de la Calle Boyacá entre carreras Carabobo y Bolívar.

Autor: Benjamín de la Calle.

© Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina.


LADO A
EL PONCHO DE MI PADRE
BESOS Y CEREZAS
FLORES MARCHITAS
ESOS TUS OJOS NEGROS
UN VIEJO AMOR

LADO B
LA VENENOSA
EL ALMA EN LOS LABIOS
HONDA PENA
PREGUNTALE A LAS ESTRELLAS

PALIDA NOVIA





EL ALMA EN LOS LABIOS


ESOS TUS OJOS NEGROS


FLORES MARCHITAS


ESTA ES LA ÚLTIMA CANCIÓN...
Publicacióneltiempo.com
SecciónOtros
Fecha de publicación 7 de febrero de 1993
AutorJORGE IVAN GARCIA

La tarde en que don Fructuoso García encontró a su hijo Camilo fumándose un cigarrillo fue el inicio de una de las carreras artísticas más brillantes del país. Eran los comienzos de una época en que la máxima demostración de amor que un hombre podía hacerle a una mujer era llevarle una serenata hasta su ventana o su balcón.

El castigo de su padre consistió en dejarlo encerrado solo en el cuarto de rebujo de la casa. Allí, en la pared colgaba una vieja guitarra a la que su padre, aficionado a la música, de vez en cuando le sacaba algunos acordes.

Camilo la cogió para hacer menos penosos los minutos de aburrimiento. Empezó a pulsar sus cuerdas y después de tanta insistencia, escuchó sorprendido que había logrado producir las notas iniciales del Himno Nacional. Desde entonces, la guitarra fue su primera e inseparable compañera.

Con su descubrimiento personal, decidió vincularse y participar en las actividades musicales que se programaban en Amalfi, el pueblo del noreste de Antioquia donde nació el 6 de mayo de 1910. Era el mayor de un hogar conformado por cinco hermanos.

Una de las veladas que más recordaba fue la noche en que lo contrató un joven empleado de la Aduana que llegó a Amalfi y quería dar una serenata a la muchacha más pretendida del pueblo. Ella, Teresa Martínez, vivía al frente de la casa de Camilo y él iba muchas veces a que le prestara libros, los que después devolvía con mensajes de amor entre sus páginas.

Camilo aceptó ir a cantar, pero con la condición de que las canciones serían escogidas por él. Así fue. Hoy, casi cincuenta años después, doña Teresa todavía recuerda esa primera canción que le cantó en su ventana: Espérame mi bien, porque me ausento, que tuyo soy y pronto serás mía... .

Así conquistó a quien días después se convertiría en su esposa. Al igual que su guitarra, Teresa le haría compañía por el resto de su vida. En su matrimonio tuvo 12 hijos, de los cuales nueve aún le sobreviven, junto con 28 nietos y 12 bisnietos.

Una vez terminados sus estudios de normalista, y tras andar de un lugar a otro con su esposa y sus hijos, terminó siendo maestro en una escuela de Medellín. Para ayudarse económicamente, combinó su actividad de profesor con la de músico. Entonces, se puso en contacto con los que existían y, por su voz de barítono y habilidad para componer y tocar la guitarra, fue aceptado en el ambiente artístico de la época.

Por intermedio de Próspero Aguirre, un hombre encargado de manejar una emisora llamada Córdoba, que al lado de Ecos de la Montaña y la Voz de Antioquia eran las más importantes de aquellos años 30, Camilo conocería a Ramón Carrasquilla, quien asimismo sería su compañero inseparable por muchos años. Era su tercer vínculo definitivo, que tan solo la muerte lograría separar.

Eran dos genios diferentes. Camilo era bonachón y descomplicado; Ramón, por el contrario, era agresivo y orgulloso. A la muerte de su compañero, hace 11 años, Camilo empezó a deteriorarse anímicamente. Sin embargo, el entusiasmo que aún le quedaba por la música lo impulsó a conformar el Dueto del Pasado. Un dueto de tres Y fue una tarde de marzo de 1941, con canciones de Juan Arvizu, Margarita Cueto, Briceño y Añez y otros, que empezaron a cantar juntos. Debido al éxito que tuvieron en esa primera presentación y presintiendo lo que podían lograr si continuaban juntos, decidieron conformar un dueto.

En vista de que las canciones que interpretaban eran las llamadas de antaño, que habían dejado de llegar en discos al país por culpa de la guerra, decidieron llamarse El Dueto de Antañón. Y como este nombre no gustó, lo cambiaron por el de Antaño, con él se darían a conocer en el país y en Suramérica durante cuarenta años.

Una de las curiosidades del Dueto de Antaño es que siempre tuvo que ser un dueto de tres. En efecto, Camilo García era cantante y guitarrista; en cambio, Ramón Carrasquilla nunca aprendió a tocar ningún instrumento. Por tanto, se necesitaba el complemento de otro guitarrista.

Pese a que ya habían logrado cierta posición social como artistas de renombre y que tenían algunos discos grabados, Camilo y Ramón no dejaban sus ocupaciones habituales.

Camilo seguía enseñando en varias escuelas de Medellín y Ramón continuaba cantando en el coro de la iglesia de La Candelaria. Tampoco dejaron de ir, muy cumplidos después de sus trabajos habituales, a los cafés Avenida Primero de Mayo, El Crillón, El Pilsen y El Escorial, que eran los lugares donde solían hacerse los serenateros en espera de alguien que los contratara. Allí permanecían desde las 11 de la noche hasta las 4 de la madrugada.

Pese a vivir con cierta celebridad de la noche y la bohemia, Camilo nunca se comportó con irresponsabilidad en su hogar. Sí fumaba y, de pronto, se tomaba sus traguitos y acaso tuvo algún amor furtivo , dicen sus familiares.

A decir de conocedores de la música colombiana, fue el Dueto de Antaño el que empezó a darle un poco de posición social a la serenata. Esto lo lograba cobrando bien por las presentaciones. Llegaron a ser el grupo serenatero más costoso, aunque competían lealmente con duetos como el de Obdulio y Julián, y Espinosa y Bedoya.

Fueron bastante solicitados por su repertorio internacional. Un 60 por ciento de sus canciones era de autores extranjeros como Margarita Cueto, Carlos Mejía, Juan Pulido, Valente y Cáceres, los valses de Francisco Canaro, entre otros.

Los temas colombianos, aunque pocos, eran muy selectos. Cuando se conoció de la actividad de Camilo García como compositor, los poetas, artistas y muchas otras personas solían mandarle letras de canciones para que él las musicalizara. Entre ellos se cuentan León Zafir, Tito Gallego Rojas, Hernando Montoya, Roberto Escobar Sanín, María Esther Arango, Alberto Cuervo, Jorge Franco Vélez.

De su propia inspiración, con letra y música, solo tuvo dos canciones: Tu abandono y Soledad marina. Las demás solo tienen su música, ya que las letras se las entregaban. Así se escucharon por años y por entre las calles de una Medellín romántica, canciones como Lágrimas, Destino, Bajabas de la montaña, Corazón antioqueño, Rondel, que es la primera canción que compuso, a la que luego tuvo que llamar Corónate de flores, porque ya existía otra canción con ese nombre. También, La lancha, El boga, Las acacias, Debemos separarnos, Amanecer, Tú lo ignoras, entre muchas otras.

Lágrimas era la canción que más le apasionaba, porque cuando componía su música, tuvo el extraño presentimiento de que algo estaba pasando. Cuando terminó, lo llamaron para decirle que su madre había muerto.

Con su música, viajaron a todas partes. Se recorrieron todas las poblaciones de Antioquia; también estuvieron en varias ciudades del país y en Ecuador, México, Venezuela y Estados Unidos, donde llenaron el Carnegie Hall en Nueva York. Dejaron grabados 64 largas duración, una cantidad imprecisa de discos en 78 y quedan inéditas cerca de 500 canciones grabadas por él en casetes, con sus respectivas partituras.

Y en un rincón de su estudio en la casa, por la que se pasea su esposa, silenciosas y como en reposo, permanecen una guitarra española y un requinto, quietos y sin sonido desde ese 19 de enero, cuando la muerte se llevó al gran serenatero.

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