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lunes, 13 de junio de 2011

PEDRO VARGAS -En su epoca de oro -Aquellas Canciones

Primeras paginas "El Colombiano". Medellín.
Enero 13 de 1995
Tragedia Aerea en Cienaga colombiana 

LADO 1
AÑORANDO         -M. Valdez Leal
JANITZIO          -M. T. Lara
MUCHACHA DEL ALMA             -Gonzalo Curiel
LA CITA  -Gabriel Ruiz
ME DEJASTE  -D. R. de A.
DUEÑA MIA         -M. T. Lara

LADO 2
COSAS QUE SUCEDEN   -Agustín Lara
YA ME VOY   -Agustín Lara
COSAS DEL AMOR   -Monis ■ i. Ruiz Rueda
PORTEÑITA MIA   -Pedro Vargas
CANCION DEL CORAZON   -A. Esparza Oteo
LA GOLONDRINA   -Serradell

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LA GOLONDRINA


CANCION DEL CORAZON


YA ME VOY



Importantísima transformación comenzó a sufrir en el año de 1930 la canción mexicana.

Sí, sí. Aceptamos que antes de ese año, y antes de 1925 también, hubo músicos ilustres que compusieron melodías deliciosas, de proyección mundial. Recordemos, por ejemplo: La Casita, la inmortal Estrellita de Ponce, La Borrachita, y Un Viejo Amor entre otras.

Pero,... quizá estaban más cerca de las romanzas hispanas o de las canciones marineras del Nápoles modelado en sueños, tan preciosas obras de arte. Mucho más cerca de París o de Roma que de los problemas mismos, no digamos del México agrario, revuelto y rebelde, sino del Distrito Federal. De la ciudad en donde ya existían arrabales sórdidos. Y parques cómplices. Y alfombradas alcobas rebosantes de pasión y de romance.

Todo eso, el amor desesperado de la obrerita y la tragedia burguesa del matrimonio incomprendido; y el noviazgo escolar, necesitaban una expresión. Debían decirse distinto a las estrofas guerrilleras de La Adelita, a la festiva historia de La Cucaracha o al candor emocionado de Cielito Lindo. Pero rechazaban también, porque aparecían demasiado elaboradas, demasiado finas, las expresiones de un Amado Nervo o de un Gutiérrez Nájera, cuyos versos suministraban excelente material a los compositoras de entonces para bordar adornados cantos de amor de los que se estilaban en las reuniones elegantes.

El primer transformador, fue sin duda alguna, Guty Cárdenas.

Porque la canción de Guty Cárdenas no daba un vuelco total. Tenía, todavía, algo de allá, de los campos enfervecidos en gritos revolucionarios. Pero poseía al mismo tiempo suavísimas sacudidas de serenata ciudadana. Eran poemas íntimos para decir con la media voz del autor.

Cabe anotar aquí que las canciones de Guty Cárdenas las que iniciaron su ascenso, inclusive su consagratorio ""Nunca", fueron concebidas como "boleros", dentro de la acepción del "bolero" que el joven compositor aprendió de los trovadores antillanos que llegaran a su Mérida soñadora y sensual. Pero como no se las aceptaron de esta manera, las convirtió en "claves yucatecas". Especie de bambuco colombiano con influencias habaneras.

Cuando Guty Cárdenas llegó a la capital, por allá en 1927, las gentes de México estaban dadas, porque no tenían más remedio, porque era la moda en el mundo entero y porque las canciones nacionales no estaban expresando su sentir de ese momento, -dicho esto sin que vaya en desmedro de los grandes autores de entonces, que pocos como eran significan la excepción-, las gentes estaban dadas al tango argentino.

Los cuplés estaban pasando de moda. Y los aires zarzueleros que ungieran a ese momento de arte y de gracia que es María Conesa, también. Y el ritmo "ciudadano" de México no aparecía por parte alguna.

1930 y sus alrededores marcan la hora de las nuevas modalidades de la canción con la compañía de revistas Campillo y sus espectaculares temporadas en el teatro Lírico. De la guitarra enamorada de Guty, y sus confidencias intangibles. De las primeras composiciones de Gonzalo Curiel que incorporan a la canción latina las inquietudes del jazz americano y los sentimentales blues de Al Jolson y compañeros. De Agustín Lara, el flacuchento pianista de los turbios cafetines pecadores, quien bebía su inspiración primigenia en las aguas barrosas del tango argentino. Y hasta podríamos decir que de María Grever, quien al renovarse abandonaba su estilo atangado o ribeteado de evocaciones zarzueleras, Júrame y Todo por Ti o Lamento Gitano, para echar al mundo el vuelo de unas campanas cancioneras que tocaron la gloria del bolero mexicano.

El continente joven quería cantar con voz propia en el concierto de la música popular que fascinaba al mundo.

La Argentina había puesto figuras de tango hasta en escenarios improvisados del Vaticano.

México maduraba su "Rancho Grande" creaba la XEW con poderosa laringe microfónica. Había hecho tandas a lo "Apolo" en el "Principal". Y Mojíca y Navarro exhibían en la pantalla, la blanca sonrisa de la alegría de las fuentes, de las rosas de Xochimilco y de los mariachis escondidos.

Ocurre entonces que tenores que habían soñado con las glorias de la ópera: Juan Arvizu, Tito Guizar, Alfonso Ortiz Tirado y Pedro Vargas, sienten el estímulo de los ventajosos contratos que ofrecen: la naciente industria radiofónica, las casas de discos y los teatros de variedades.

Un cantante que, teniendo facultades vocales más o menos poderosas, confía, sin embargo, más, en sus méritos de intérprete.

Dicen. Expresan. Cantar, entonces, era otra cosa. Cantar era lo que habían hecho Caruso y Fleta. Ellos frasean, se toman libertades interpretativas más o menos audaces, Vocalizan a la manera americana. Se olvidan de las erres italianas y de las zetas españolas. Se inspiran, creemos, un poco, en los "chansoniers" de las orquestas de baile norteamericanas, que inclusive usaban megáfonos para hacerse oír.

Y ya tenemos, formalizado, un nuevo estilo. Un arte americano, para los latinoamericanos.

De esta carnada, como uno más inicialmente, con fuerza de bólido poco después, surgió el colosal tenor de las Américas: Pedro Vargas.

Pedro Vargas quería ser estudiante de medicina. Los sucesos revolucionarios, la pérdida de los bienes familiares, le hicieron cambiar de idea. Tenía que vivir, ante todo.

Pensó entonces en su voz. Sus amigos le alababan las facultades vocales a Vargas que en su pueblito de San Miguel de Allende, en Guanajuato, había cantado de niño, el Ave María en la Iglesita Parroquial.

Y a cantar se dijo.

No dudó sino un día. Cuando Pepe Ortiz, que apuntaba ya como una de las grandes figuras de la tauromaquia mexicana, le propuso un cambio: "enséñame tú a cantar, yo te enseñaré a torear".

Y llegó a torear becerradas Pedro Vargas. Así como Pepe Ortiz cantó en alguna película boleros románticos.

Fue solo un capricho momentáneo.

El destino de Pedro Vargas tenía trazos firmes.

Los grandes programas de radio de México. Sus actuaciones en fiestas y teatros comenzaron a abrirle el camino. Los discos consagraron su voz y su estilo continentalmente.

Ya entre 1935 y 1940, su nombre comenzó a figurar entre los favoritos. Pero fue a partir de este último año, efectivamente, cuando comenzaron a identificarse como una sola cosa, Pedro Vargas y la canción popular.

Los años 40 fueron los de la segunda guerra mundial.

Los del definitivo estirón de los grandes países americanos.

Los del cine en español. Los de la moda de radiodifusión... Los años del bolero.

Pedro Vargas es un poco de todo.

El cantor feo de Guanajuato endosaba con su voz los romances. Las quinceañeras dibujaban casitas blancas en sus sueños románticos, mientras él edificaba "Noches de Ronda" en discos de tirajes inmensos. Y "Solamente una Vez" solicitaban los enamorados, actualizando uno de sus discos, cariños y besos en las serenatas.

Era Pedro Vargas quien cantaba las impresiones de "La Cita". Y su voz era la que marcaba compases de besos furtivos cuando cantaba sobre las "Cosas que Suceden" o insinuaba el "Naufragio" de un dolor aferrado a los recuerdos.

Pedro Vargas llegó a ser, en aquella década del 40, amarga de guerra y desatinos, lo reconfortante e irreal. El hada buena de los adultos.

Muchas de las canciones que entonces cantaba, "Casa-blanca" por ejemplo, y "Humanidad" y "Despedida", insinuaban la angustia de la hora en alguna frase discreta. Y fue la representación de la alegría cuando llegó la paz.

Pero Pedro Vargas. Su voz inconmensurable. La clarísima sencillez de su canto. La emoción de su estilo. No murieron, ni mucho menos, con los años 40.

Vargas fue aclimatándose en todos los ambientes que siguieron a ellos. Caminó al paso de los distintos estilos populares. Cantó tangos en un momento. Pasodobles en otro. Agitó su voz con los locos compases del mambo, de la guaracha y del rock. Siempre con la misma voz. -Exactamente igual que en los tiempos de "Porteñita Mía", su primer disco para la RCA Víctor.

De ahí que se conserve su vigencia. Y que cada colección suya en discos de larga duración, merezca la atención de los discoyentes, maduros y viejos, jóvenes y menos jóvenes. Porque todos tienen de Pedro Vargas un grato recuerdo. Porque en un momento de su vida coincidieron con su canción.

Este disco es uno de los que en la serie AQUELLAS CANCIONES estamos dedicando a evocar los grandes momentos de "El Tenor de las Américas’, viva voz del romance, cuyo influjo gana al tiempo batallas, diariamente Y esta siempre con nosotros.

HERNAN RESTREPO DUQUE

1 comentario:

  1. GRACIAS! Thank you so much, especially for this version of "La Golondrina"/or "Las Golondrinas"/ of Narciso Serradell Sevilla! I love this beautiful Mexican song so much. Best wishes, collector of "La Golondrina" versions world-wide.

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