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martes, 10 de abril de 2012

TITO SCHIPA -A la luz de la luna -Aquellas Canciones


Tranvía en el Parque de Berrío en 1925.
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

Mediante el acuerdo 114 de Septiembre de 1921 es fijada la tarifa del servicio en 0.05 ctvs. (5 centavos).

 
A la luz de la luna
Canción andaluza
Dímelo al oído
Donde estas corazón
El gaucho
La cumparsita
La niña querida
Los rumberos
Sevillana
Tinieblas
Vida mía
Yo canto para ti


A LA LUZ DE LA LUNA


DONDE ESTAS CORAZÓN


DIMELO AL OIDO


 
Tito Schipa

Tito Schipa, de nombre completo Raffaele Attilio Amedeo Schipa, (Lecce, 27 de diciembre de 1888 — Nueva York, 16 de Diciembre de 1965) fue un tenor italiano, considerado uno de los más importantes del siglo XX.

Tito Schipa nació en Lecce, Italia, hijo de Antonia Vallone y Luigi Schipa, los últimos días de 1888, pero fue registrado como habiendo nacido en 2 de enero de 1889, con la finalidad de retardar un año el alistamiento militar (ida para la tropa, en Portugal).

Su talento vocal fue inmediatamente notado por el profesor del curso elemental Giovanni Albani. El año de 1902, con la llegada la Nápole del obispo Gennaro Trama, el muchacho, ya apellidado de "Titu" (que significa pequenino), entró en el seminario, donde puede estudiar también composición musical.

Tras la adolescencia, por consejo de su profesor de esquina, Alceste Gerunda, Tito partió para Milán para terminar los estudios con Emilio Piccoli. En 4 de febrero de 1909 hizo suya estrena musical en Vercelli, en la "Traviata", pero no alcanzó éxito inmediato.

Pero, después de larga rutina de formación en la compañía operística de Giuseppe Borboni, triunfó en Nápole en la temporada lírica de 1914, dirigida por Leopoldo Mugnone, cuando, en una presentación de Tosca que marcó época, el nombre artístico de "Tito Schipa" se impuso definitivamente en la prensa artística y mundana de la época.

Tito Schipa hablaba fluentemente cuatro lenguas y cantaba en doce, entre ellas el idioma aborígene australiano y también el napolitano, como él propio me gustaba resaltar, para hacer gracia.

Su primer triunfo fuera de la Italia ocurrió en el Teatro Real de Madrid, en 14 de enero de 1918, con la ópera Manon.

A invitación de la soprano escocesa Mary Garden y del empresario Cleofonte Campanini, que dirigían juntos la Civic Opera of Chicago, llegó a los Estados Unidos en 1919. En este país, se casó con la francesa Antoinette Michel d'Ogoy, que había conocido en Montecarlo en 27 de marzo de 1917, por ocasión de la primera ejecución mundial de la ópera "LaRondine " de Giacomo Puccini, en la cual interpretó lo personaje de Prunier. Con Antoinette tuvo dos hijas, Elena y Liana.

En 4 de diciembre de 1919, Schipa estreno triunfalmente en Chicago con Rigoletto, bajo la dirección de Gino Marinuzzi. Esa presentación marcó el triunfo y el inicio de su permanencia en los Estados Unidos por 15 años. El público norteamericano estaba ansioso para medir la grandeza de Schipa con aquella del inesquecível Caruso.

En octubre de 1932 dejó Chicago, tomando el puesto vago de Beniamino Gigli en el Metropolitan Opera House de Nueva York. En 1935, presenta "Werther" en Son Francisco, en la costa oeste. Pero los efectos de la gran Depresión, iniciada en 1929, aliada a la continuada crisis conyugal y a las saudades de su Patria, jamás olvidada, llevaron Schipa de vuelta para la Italia.

Enciclopedia encydia

domingo, 8 de abril de 2012

MARGARITA CUETO -El Retorno


Tranvía en el Parque de Berrío en 1925
Autor: Melitón Rodríguez Márquez
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina.

DIVISAS: Todos los carros llevarán las siguientes:
Los que viajan para La América placas rojas; para El Bosque, amarillas; para Buenos Aires, azules; para Robledo, azules y blancas; para Sucre, blancas; para Manrique, rojas y blancas; y para Belén, amarillas y rojas. En la noche llevarán luces de estos mismos colores.

 
La negra noche (Margarita Cueto con Carlos Mejia)
Las tardes del Ritz (Margarita Cueto)
Peregrina (Margarita Cueto con Juan Arvizu)
Por un beso de tu boca (Margarita Cueto con Rodolfo Ducal)
Ojos verdes (Margarita Cueto con Jose Moriche)
Madrigal de amor (Margarita Cueto con Jose Moriche)
Aquella tarde (Margarita Cueto con Juan Pulido)
El retorno (Yo se que volveras) (Margarita Cueto)
No vuelvo a amar (Margarita Cueto con Juan Arvizu)
Amorcito consentido (Margarita Cueto con Luis Zamudio)
Tu y yo (Margarita Cueto)
He sentido en mi pecho (Margarita Cueto con Juan Pulido)



EL RETORNO
 
VIAJE AL PASADO

En esos años la RCA Víctor era la más importante en el mundo y vio con consideración lo que era el mercado colombiano; por eso entregó a la casa disquera nacional sus matrices, que debía manejar con cuidado para que sus promovidos no se mataran entre sí (entiéndase este verbo en el sentido de las ventas). México, Nueva York y Buenos Aires surtían al país, y debía Hernán Restrepo escoger lo que se traía. De México vinieron, pues, Virginia López, Pérez Prado, Antonio Prieto, los Hermanos Silva y, en la cumbre de la fama, Miguel Aceves Mejía y José Alfredo Jiménez.

De Argentina, en cambio, se trajeron tangos viejos, de los que no circulaban ya. Ese fue el caso peculiar de Colombia, a donde los discos se importaban en reducida cantidad, que pronto desaparecía. Después, de un momento a otro, no entraron más y la gente, según supuso Restrepo, se sentía frustrada por no tener a su alcance esos artistas que le gustaban. De ahí que en el país circularan Margarita Cueto, Juan Arvizu, Agustín Magaldi y Carlos Gardel, cuando el mundo estaba oyendo a Elvis Presley.

En el momento en que Hernán Restrepo quiso traerse todas esas matrices viejas, pasadas de moda, comenzó a hacerse famosa en el mundo la locura colombiana por la música vieja. Artistas como Margarita Cueto, ya olvidada en su país, no podían creer que fueran ídolos en otro. Por esto es que aquí se grabaron más discos de larga duración de Pedro Vargas que en México mismo. De las ventas de la Victor, el sesenta por ciento era de música de tiempo atrás, y su propio responsable reconoce que el país se retrasó, pero era una razón generacional, porque quienes podían comprar discos eran los que soñaban con esas vejeces. De ahí que el pobre Presley nunca lograra ser un fenómeno aquí, pero sí Juan Pulido, que ya tenía sus ochenta años. El anacronismo de la música colombiana ha sido siempre achacado a Hernán Restrepo Duque, desempolvador de ídolos, y para los artistas viejos su redentor.

Biblioteca Luis Ángel Arango