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martes, 31 de enero de 2012

LUCIANO Y CONCHOLON -El Jardin de mis Recuerdos

Tranvía en la calle San Juan en 1930

Autor: Gonzalo Escovar
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

Una vez puesto en movimiento el carro, solo se abrirá la puerta para subir o bajar pasajeros en el paradero siguiente.


LADO 1
1. CONTRASTES – Pasillo  Julio Flores
2- EL BEJUCO – Bambuco  Fabio Ospina
3- TUS OJOS – Danza  D. R. de A.
4- PESARES VIEJOS – Bambuco  D. R. de A
5- AFINIDADES – Bambuco  Enrique Figueroa
6 - FANTASMAS DEL AYER  Pasillo  Sonia Dimitrowna

LADO 2
1- MUCHACHA GUARCEÑA – Bambuco  Luciano Bravo
2- CENIZAS DEL CORAZON – Pasillo  Carlos A. Flores - F. Paredes Herrera
3- EL JARDIN DE MIS RECUERDOS – Bambuco  Enrique Figueroa - Lisandro Salazar
4- TE JURO MORENA – Bambuco  Francisco García - Luciano Bravo
5. LA PALOMITA – Danza  D. R. de A.
6- LA TARDE AQUELLA – Bambuco  Gonzalo Rendón - Luciano Bravo

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CONTRASTES


EL BEJUCO


FANTASMAS DEL AYER


En Antioquia, "El Retiro"... lo es. Porque allí, en ése patio enamorado de la Montaña en donde una geografía físicamente feroz tiene y toma paréntesis de descanso, una Antioquia vegetal repite barricadas de flores, el aire vertebra el paisaje y la línea de la tierra se arrepiente de sus travesuras geométricas para tornarse en algo suave, específicamente sedante... Y en el Retiro, la tierra no es sólo generosa base del itinerario humano, sino también algo que no sabemos nunca cómo ni por qué, penetra por todos los poros y en invasión de afectos se "toma" al alma.

Es, no faltaba más ni nada falta-, el "Retiro" de Antioquia Grande. Vitrina exacta de sus gentes, de la casta única y de todo lo que una tierra tiene, proclama, ofrece y también exige. Allí está Antioquia intacta, neta, y un modo de ser y el mismo de vivir tienen su vigilante "retiro", alimentados en todos los relojes por una esperanza siempre en calma, porque tiene su feliz razón de ser.

Y en "El Retiro", "El Guarzo", el solar montañero que ya se zampó bravía y dulcemente a nuestras historias afectiva y efectiva desde ese primer momento en que Luis Carlos González, -Grande como esta Antioquia la Grande-, reclamó ante un tribunal nacional de tiples a ese "Retiro" como heredad de su sangre, pues fue allí donde nació Don Floro, su viejo bueno y macho, "cachorro de cuna paisa", cuya tremenda calidad humana quedó reeditada en Luis Carlos, para quien esos huesos, esta tierra y su sangre ratifican la candela que le alumbra en el glorioso sol de los venados de su vida.

Con este vocabulario de paisajes, estos tan concretos sustantivos como lo son "El Retiro", Luis Carlos, "El Guarzo", Antioquia y Don Floro hemos venido, -naturalmente, hablando del Bambuco. Porque en estas Montañas tiene, -también-, "retiró" y santuario, se nace con él y acompaña a uno en todo el círculo vital, como estandarte y cauterio de las más disímiles emociones. Es un tipo de canción sin adocenamientos ni nada baratas florituras, sin amagamientos ni dobleces, que halla su dimensión plena en las dos voces viriles con el acompañamiento directo de la guitarra, - grave y grávida -, y del tiple, que es a la postre el que pone su sabor a la serenata, su alegría a la fiesta "fondera", su pena al sentido... y el aguardiente en el deseo.

Y en este agridulce territorio del que podríamos llamar "bambuco directo", antioqueñísimo, sin mistificaciones, son adalides, y de los buenos, "Luciano y Concholón", "Los Labriegos" insignes que surgieron como profetas en su misma tierra, en su propio Retiro, y que en cuestión de días pasaron a ser ídolos nuevos de un yastísimo público, sin dejar de serlo de los suyos. "Hacen" de sus bambucos "jardines del recuerdo", -como lo pregona en saudade este álbum SONOLUX-, y demuestran temperamento y maestría yéndose también por los pausados caminos de la danza y por los tristes, tristísimos, del pasillo. Están para demostrarlo en este disco de excepción del dueto excepcional, bambucos del mismo Luciano Bravo como "Muchacha Guarceña", "Te Juro Morena" y "La Tarde Aquella", danzas como "Tus Ojos" y "La Palomita" y pasillos como el de Julio Flores "Contrastes", "Cenizas del Corazón" y el de Sonia Dimitrowna "Fantasmas del Ayer", el del siempre beligerante recuerdo.

Estas, las doce obras iniciales con las cuales Luciano Bravo y Juán de Dios Bedoya, -el famosísimo "Concholón" del Retiro-, llegan también a responder por la incesante "fidelidad colombiana'' de SONOLUX. Estas, sus banderas y sus colores. Estos, el "sabor" musical y la pasión colombianista de Antioquia, sin nunca retiro, pero desde "El Retiro".

Notas: Gabriel Cuartas Franco

lunes, 30 de enero de 2012

DANIEL SANTOS -Con Mariachi

Tranvía en el Parque de Berrío en 1932

Autor: Francisco Mejía
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

En los casos en que, por circunstancias especiales, el carro no pueda parar en una esquina, el paradero será el lugar más inmediato señalado con rojo. Para que el carro pare, es necesario que se le dé el aviso correspondiente al motorista poco antes de llegar el carro al paradero.

Amanecí en tus brazos
Amarga navidad
Ella
La enorme distancia
La mano de dios
La noche de mi mal
Llegando a ti
Pa todo el año
Para morir iguales
Retirada
Tu recuerdo y yo
Yo 

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ELLA


LA NOCHE DE MI MAL


PARA MORIR IGUALES


UN GOZON SOBRADOR

Con cierta frecuencia, en la alta noche, mi compadre Antonio Galezo regresaba a su casa del barrio La Granja con el tocadiscos en el hombro derecho y una bolsa de discos en la mano izquierda. Ya había tocado, gratis, en algún baile del profundo sur. Los gallos cantaban en los caballetes de las casas de palma. Dos o tres amigos, prácticamente del mismo culto, lo acompañaban. Amanecía hacia el domingo y la calle estaba sola. Mi compadre Galezo, hombre alto de pómulos fuertes, tocaba la puerta y esperaba. Sus compañeros orinaban contra los postes de la luz. Al rato, frotándose los ojos, la comadre abría. Los hombres sacaban las mecedoras. Mientras, el dueño de la casa cuadraba el tocadiscos sobre la mesita de la sala; luego, seleccionaba los discos de siempre. En la primera carátula un hombre joven, de corbatín, peinado a la perfección, con bigote recortado, lanzaba una mirada entre carnicera y seductora. La misma mirada que le abrió piernas, corazones y suspiros en todos los países de Am

Lo primero que mi compadre dejaba rodar era esa joya de defensa de la individualidad que se llama Yo vivo mi vida. Allí, a esa hora, empezaba el recital. El inquieto anacobero se apoderaba de todo, era el mandón del universo resumido en una cuadra. Y sin apelación, con su voz de burdo metal, se pasaba por todo el espectro de las pasiones humanas. Bacán borinqueño Mi compadre, entonces, comenzaba su perorata y contaba anécdotas y proporcionaba informaciones hasta esa hora desconocidas. Era y es un experto en Daniel. Y lo hacía con tanta intensidad doctrinaria que uno no dudaba en aceptar que su admiración por El Jefe pertenecía más al cielo que a la Tierra. Y cualquier pregunta la respondía. Y cualquier duda la disipaba. El viejo Daniel era un bacán que no tenía pierde. Y el borinqueño no era solo una referencia musical. Era parte insustituible de esa vida. Así, un tipo bautizado como Daniel Doroteo Santos Betancur, había salido de su barrio de Tres Talleres, en San Juan, para meterse en el alma buscona, nostálgica y sandunguera de esos hombres que en una madrugada de los finales de los sesenta, sentados bajo el rocío, oían su canto y miraban a los primeros areneros que con la lata al hombro iban a descifrar el subsuelo generoso del río.

Porque don Daniel Santos tenía de todo y para todos. Si la cosa era para darle al bailongo tenía, por ejemplo, El Tíbiri Tábara, El ajiaco o El mambo universal o cualquier guaracha; si la cosa era con esa discutible geografía de sentimientos que se llama patria, allí estaba Lamento borincano o Serenata campesina; o si el problema era de amor, ese viejo alcahuete de la vida, había para consumo inmediato Dos gardenias, Linda, Se me olvidó tu nombre. Ya fuera con la Sonora o con la orquesta del maestro Pedro Flórez.

Lo de Daniel, como se nota, era y es toda una cultura. Un cantante que se incluyó en la sangre de los hombres de estos trópicos, que llegó a sus más hondas tristezas o que los condujo al baile y a la alegría cuando se venía de mambo y guaracha. Lo corajudo, lo sensual y lo viril lo llevó al macho latinoamericano. Lo sentimental y lo acuoso lo conectó con el adolorido y el despechado, ya fuera en El Palmar, Guayaquil y el Barrio Chino. El man Daniel estaba en todo. Por donde metieras el corazón te encontrabas con él. Olfato político Aunque a alguien le parezca extraño, para lo político el hombre también tenía olfato. Aspiró siempre a la independencia de su Puerto Rico del alma. Fue un independentista sin titubeos. Sin embargo, su opción libertaria no le impidió vivir su vida a su manera, como él la quería, como él la entendía. Con estilo propio, fue un hombre de la noche, del cabaret, de la taberna, de la seducción, la transgresión y la camorra. Pasaba con facilidad de un juramento de amor a una trifulca de cantina. Tuvo el carácter erizado y la libido siempre disponible. Sin pistolas, era el bravo. Por eso la gente del arrabal que hallaba en su canto un mecanismo de compensación para afrontar la dureza de la vida, lo idolatraba sin discusión. El viejo Daniel era el Jefe y lo que él decía era lo último. Superior al borinqueño, Dios.

Su paisano, el escritor Luis Rafael Sánchez, publicó después de un recio trabajo de investigación en 1989, un libro mestizo que, a lo Wilde, tituló: La importancia de llamarse Daniel Santos. Allí, en prosa de magnífico alcance mundano y poético, traza un retrato válido, vivo y delicioso del cantante. A los danielófilos, gente no de la vieja guardia sino de la guardia dura, vale la pena recomendarlo. Se puede oír su voz y leer su historia. Combinar libro y música, aunque es una mezcla explosiva, puede resultar una interesante experiencia.

La madrugada de que hablé al principio de esta crónica está bien lejos en el tiempo. Los areneros ya no pasan por esa calle. Mi compadre Galezo ya reemplazó el tocadiscos. Ahora un moderno equipo de sonido cumple a cabalidad su papel. Ciertos sábados, cuando la noche es alta, se oye la voz del Jefe diciendo que en el juego de la vida juega el grande y juega el chico, juega el blanco y juega el negro, juega el pobre y juega el rico , y mi compadre retorna a los años idos. Hoy bebe menos alcohol, fuma menos, pero padece con más ahínco los recuerdos. Y los sufre con más fuerza desde ayer cuando se enteró de que el tipo ya es materia de eternidad. Cantor doble en los predios de la gloria. .

Publicación  eltiempo.com
Sección Otros
Fecha de publicación  3 de enero de 1993
Autor  JOSE LUIS GARCES GONZALEZ

domingo, 29 de enero de 2012

LOS MEDICOS -Lo Manda el Corazón.

Tranvía Municipal de Medellín en 1937

Autor: Francisco Mejía
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina

Solamente se puede subir al carro o bajar de él en los siguientes puntos:
a. En las estaciones terminales.
b. En las esquinas de las calles, antes de cruzar las bocacalles, o en los puntos señalados con rojo en los postes o en los muros.

Cenizas
Cicatrices
Consuelo amargo
El camino del café
Invernal
La última carta
Lo manda el corazón
Mi ranchito
Porque has venido
Prisionero del dolor
Tiempo de olvido
Tierra labrantía

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LO MANDA EL CORAZON


CENIZAS


INVERNAL


"Los Médicos" de hoy son los siguientes:

MANUEL CANO, de Sonsón y del 23 de octubre de 1943, licenciado por el Conservatorio de Música de la Universidad de Antioquia ha participado en toda suerte de actividades sonoras. Cantor solista de sus coros y de su estudiantina y hoy profesor y compositor. Es la primera voz.

LEONEL VILLEGAS, segunda voz, de Rionegro y del 24 de septiembre de 1944. Egresado de la Facultad de Administración y Finanzas de la mismo universidad. Primer barítono de lo compañía de zarzuelas y operetas del maestro Jaime Santamaría y con el gusto de haber saboreado las mieles del triunfo en un concurso de cantantes organizado por la X. E. W. de México, es además un apasionado por la historia musical.

JOHN CASTAÑO, de Marinilla, licenciado y profesor de idiomas de la Universidad de Antioquia, director de su estudiantina, de la de Bellas Artes y de otras de Medellín. Se le tiene como uno de los más notables requintos de lo actualidad y toca también guitarra, tiple, bandola y cuatro

RODRIGO AGUIRRE, de Medellín, tecnólogo en administración, ejecutante de guitarra y de bandola con gusto y seguridad especiales. Animador del conjunto desde sus primeros momentos es quien ha logrado mantener la unidad del mismo.

FERNANDO GIRON, de Buriticá, tecnólogo en sistematización, ex-alumno de Castaño en la guitarra y de Rolando Ortiz en el arpa, domina estas instrumentos además del tiple y del cuatro. Tiene una musicalidad de excepción y un futuro de grandes proporciones. Es también compositor destacado. El mundillo artístico de Medellín quiere y respeto a los cinco por su sentido de la responsabilidad y su manera impecable de portarse.